Dejame imaginar que aquí estás, dejame suponer que me oís
el aire que respira tu ser, te lleva hasta mi.
Dejame conectar a tu piel, dejame susurrar mi verdad
latiendo al mismo tiempo los dos, sentirás.
Lo mejor, los mejores, rescatando los sueños
para vos, para mi, para los dos.
Dejá que llegue a vos mi señal, dejame hacerte así emocionar,
cantarte con mil voces de amor, colmarte de sol.
Dejame reincidir cada día, dejame hacer crecer tu alegría,
abierta está mi puerta y te doy, lo que soy.
por Sandra Fernández — Última modificación 23/05/2009 21:39
Y… que alguien me diga de donde viene el título. ¿Porque se le dice el chivo expiatorio? Que tienen que ver los chivos en todo esto? Porfi, de veras… si alguien sabe de donde viene la frase, que cuente.
Sí, ser el chivo duele… duele mucho y duele donde más duele.
«Alguien», carga con una culpa que «los malos de la película» todavía no pueden cargar… ¿Eso es ser el chivo expiatorio?
Hay un cuento que era más o menos así, te lo cuento como me acuerdo:
«Había un monje viviendo en las afueras del pueblo. Un día vinieron los hombres del pueblo a lincharlo porque había embarazado a la hija del gobernador. El monje sonrió y no dijo ni una palabra.
Le pegaron hasta desmayarlo y lo dejaron tirado al costado del río.
El monje sobrevivió, curó sus heridas y a los pocos meses tocaron a la puerta de su casa y le dejaron el bebé de la hija del gobernador. El monje sonrió y sin decir ni una palabra se hizo cargo: cuidó del niño, lo alimentó, lo acunó, le enseñó y lo vio crecer sano y fuerte.
Muchos años después, la hija del gobernador que ya era más mujer que hija, así como él padre ya no era gobernador, vino a golpear a la puerta del monje.
Le dijo que venía a buscar dos cosas: primero su perdón, porque ella lo acusó sabiendo que él era el único ser humano del pueblo capás de cuidar del bebé… y después venía a buscar a su hijo, ya que ahora era mayor de edad y podía hacerse cargo de la ira de su padre y de cuidar al niño.
El monje sonrió y sin decir ni una palabra, le entregó el niño.»
Ya sé: no somos monjes, ni santos, ni na’de naaa pero… alguien carga con el trabajo pesado «siempre» y como reza en mi biblia personal:
«Todo es para algo, nada es para siempre»
A veces «el niño» que nos toca cuidar, es simplemente una mentira necesaria para que otra persona sobreviva en su propia historia personal.
Es un basura porque duele, pero como dicen en España, «mola»… ¿no?